jueves, 27 de febrero de 2020

Los Guerreros Ninjas (Capítulo 3)


Colectivo inconsciente

El colectivo (o bondi) es como llamamos en Argentina a un medio de transporte que en otros países conocen como bus, autobús, omnibús y escarabús (escarabajo autobús). Un vehículo largo como pedo de anaconda, enumerado con una cifra que va del 1 al 999, pintado con colores que distingan a la empresa a la que pertenece, con dos o hasta tres puertas (las que en ocasiones se cierran con una violencia similar a la de una guillotina), con caños por todos lados que sirven para agarrarse y para incubar todo tipo de gérmenes y bacterias, asientos para personas con capacidad reducida que nadie respeta, y un chofer que para el rodado en donde se le cante el culo.


Quienes no tengan por costumbre manejar o andar en subte (tren subterráneo) y que por lo tanto recurran a este servicio, seguramente tendrán infinidad de anécdotas relacionadas con estos medios de transporte tan comunes y particulares. A mi me ha tocado ver desde cosas curiosas hasta espéctaculos nocivos para la vista. 

Anécdota 1

Nunca olvidaré cuando viajaba en un bondi prácticamente vacío, en uno de los asientos del fondo, y vi acercarse a un pasajero con la aparente intención de sentarse en uno de ellos. El joven se aproximaba sin agarrarse de ningún caño, de ningún asiento, de nada; venía muy seguro de sí mismo, desafiando todos los movimientos efectuados por el colectivo. Un hombre confiado de su estabilidad y equilibrio, y de que el chofer nunca haría una maniobra brusca que provocaría una agitación sorpresiva en el bondi...tristemente para él, se equivocó.

El resultado fue el impacto profundo de su semblante y sus facciones contra el cuero impoluto de un asiento vacío que yo tenía a escasos metros de donde me hallaba sentado. Ni siquiera atinó a poner las manos delante; cuando el vehículo metió la frenada, su suerte ya estaba echada y no había nada que hacer.

No sé si el tiempo se pausó o ralentizó en ese momento, pero recuerdo bien que pude contemplar con lujo de detalle y en todo su esplendor esa cara hundida en un asiento que seguramente esperaba que cualquier otra parte del cuerpo del joven fuera a reposar allí, menos la cara. Lo que no recuerdo es cuánto tiempo estuve reviviendo ese episodio durante el viaje entre lágrimas y risas contenidas.

Anécdota 2

En otra ocasión me tocó ver una riña entre dos mujeres mayores que, por sus habilidades pugilísticas, no tendrían nada que envidiarle a la Tigresa Acuña. Una de ellas, alta, flaca, de pelo largo; la otra, petisa, rolliza y de pelo corto...y mientras escribo esto me doy cuenta de que eran lo diametralmente opuesto una de otra...casi como presenciar el verdadero conflicto entre el yin y el yang.

En peleas de este tipo, el motivo suele ser el de siempre: determinar quién empujó a quién. Como si el bobo que está manejando no pudiese ser el responsable de que a veces el colectivo se transforme en un samba y los pasajeros choquen entre sí hasta convertirse (en conjunto) en un embutido humano cuando al automotor le toca pasar por una rotonda. Que se la agarren en todo caso con la fuerza centrípeta.

La cuestión es que algo que comenzó con un empujón accidental, que continuó con otro empujón no tan accidental, que prosiguió con un nuevo empujón intencional y que evolucionó a un último empujón destructivo, desembocó en una inevitable pelea, tirones de mechas, nuevos empujones, manotazos, trompadas, gritos, una declaración de guerra (y cito: "¡Te vas a enterar!"), una señora tirada en el suelo y la otra con los pelos despeinados cual supersaiyajin del Conurbano. 

En la hecatombe la ligaron algunos pobres espectadores que nada tenían que ver con el asunto y que seguramente sintieron que no valió la pena la entrada que habían pagado (el boleto). Cuando bajé de ahí me puse a reflexionar sobre lo atestiguado. Una pelea entre dos desconocidas, en un medio de transporte, por los motivos más absurdos que puedan haber...mi dios. Y si bien me costó, llegué a una conclusión que me dejó satisfecho: claramente la petisa ganó por puntos, aunque en fallo dividido.

Anécdota 3

Otra anécdota vinculada con una señora algo entrada en años tiene un final más féliz...o digamos que tiene final féliz
No es que me escandalice ver a una mujer que podría ser mi tía intercambiando mensajes sexuales muy explícitos (y si no pregúntenle a los 3 o 4 pasajeros que ella tenía al lado y que seguramente también leyeron como la fémina confesaba estar chorreando como churrasco en la bifera) con un tipo por WhatsApp...pero madre, al menos podrías haber achicado el tamaño de las letras como para que no lo leyera hasta el chofer desde el espejito retrovisor.

Anécdota 4

También he visto a un primo dormido en el asiento golpeándose la cabeza dos veces con el asiento de en frente en una misma sacudida del bondi. Sí, golpeó el asiento dos veces; sé que puede ser difícil de creer, pero les juro que su cabeza no rebotó con el primer golpe, y que tampoco se despertó como para evitar el segundo. No sé, fue algo muy raro. 
Primero le dio con la frente al caño que los asientos tienen en la parte de arriba para que te puedas agarrar, y después la cabeza siguió bajando (no sé cómo, porque el primer golpe no fue suave) hasta darle con el hueso frontal de lleno al respaldo. 

Si no lo despertaron los dos golpes, seguro que sí lo hizo mi risa.

Anécdota 5

Con este primo también tenemos otras anécdotas de bondi: una en la que viajamos en una empresa  tan berreta (no me acuerdo cuál, fue hace mucho), tan abandonada y con tan poco presupuesto que solo tenían no más de 6 o 7 colectivos (tampoco me acuerdo la línea, pero creo que era una que iba por Monte Grande/Lomas de Zamora), y no en muy buen estado que digamos. En el especimen que viajamos se podía ver como la luz del sol pasaba por entre las grietas de las paredes y del piso; además le faltaban algunos asientos y la máquina en la que se ponían monedas (porque en esa época el país todavía funcionaba con monedas) estaba atada a un caño con alambres. 

El traqueteo del colectivo y el estado del camino hacía que este aparatejo se sacudiera como si quisiera darle duro al twerking. Me acuerdo que me pasé casi todo el viaje esperando que los alambres dijeran "basta" en cualquier momento, que el armatoste se cayera a la mierda, se la diera contra el piso, y pasara una de las siguientes posibilidades: que se hiciera concha y sangrara monedas por todos lados; que al aterrizar hiciera un buraco grande en el suelo, traspasándolo, y terminara siendo atropellado por la rueda trasera izquierda; o ambos finales a la vez.

Mis respetos para el profesional a bordo que estaba dispuesto a que lo vean conducir esa chatarra con ruedas a riesgo de que la vergüenza lo apadrinara de por vida.

Anécdota 6

Otra anécdota nos tuvo intentando hacer pasar por la máquina unos guaraníes (es decir, la moneda de Paraguay) por no poder llegar en pesos a la tarifa normal (en realidad en un principio las metimos por error, pero al ver que la máquina agarró una, probamos con el resto).

Anécdota 7

Otra nos tuvo a este mismo primo, a otro primo mio, a un tío y a mi haciendo algo de despelote (mea culpa) durante todo el viaje hasta que el chofer se hartó de nosotros, siendo el detonante final un ridículo cartel de "No funciona" pegado en un timbre que sí funcionaba y que arrancamos al bajar (el cartel, no el timbre). 

Cuando bajamos creyendo que nada podía malir sal nos detuvieron unos gritos que resonaban a nuestras espaldas y que provenían del chofer que se había bajado con actitud hostil. Un temerario el Sir Lancelot este, porque no nos dijo nada mientras estábamos arriba del vehículo y porque se apresuró a volver a su asiento cuando vio que no nos apichonamos en absoluto. 

No es que le fueramos a pegar ni nada, pero volvé al bondi y no pases vergüenza, dale. ¿Qué tan malo tuvo que haber sido tu día como para que un cartel del orto te haga bajar del bondi dejando a los pasajeros a la espera de que madures, de que abandones la actitud de montar un escándalo por una pavada así, y de que te dignes a reanudar el viaje?

Anécdota 8

Y, para terminar, otra me tuvo a mi solo yendo a la facultad en un recorrido interrumpido por un chofer que se bajaba para fajar a un taxista que huía despavorido al ver que otro chofer de otro colectivo distinto se bajaba para darle apoyo a su colega.

Los choferes sean unidos, esa es la ley primera; porque si entre ellos no hay buen trato, los devora el sindicato.

Y sí, se ve que he presenciado mucha violencia viajando en este medio de transporte. No se olviden que vivo en Argentina.

Quizás sea por esto último, queridos amigos, que estos turros ahora están viajando en grupito: para cuidarse entre ellos. Para eso, y además para tener a alguien con quien conversar y pelotudear en cada semáforo en rojo. Puede que, como aderezo, también tengan ganas de congestionar todo el tráfico por el simple hecho de que haya dos colectivos ocupando todos los carriles disponibles de la calle. 

Yendo de dos en dos, de tres en tres, de cuatro en cuatro, y no sé si más. Lo que te obliga a tener que esperar el transporte más tiempo de lo debido, porque si antes esperabas 5 minutos para que venga un colectivo, ahora son 10 para que vengan dos juntos o 15 para que vengan tres...de los cuales obviamente te va a parar uno y (por razones de imbecilidad extrema) casi siempre es el que está más lleno.


Aún así, aprovecho para enviarle un sentido y cordial saludo y agradecimiento a todos los empleados de este medio de transporte. 
Cuando no hacen paro y le cagan la vida a la gente que tiene que ir a laburar o a la facultad, constituyen un elemento importante dentro de nuestra vida cotidiana.

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Tercer capítulo de los Guerreros Ninjas. Se hizo esperar, pero esto pasa con todo lo que es bueno, ¿o no?...

¿O no?...

¿No?































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Además aprovecho para comentar que me hice una cuenta en Faneo. Si les gusta el material que está acá pásense por allí. Y si no, bueno, pásense igual por esa página en caso de que les gusten los cómics y las historietas en general, ya que van a ver cosas muy copadas.

https://www.faneo.es/comics/los-guerreros-ninjas/

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Eso es todo por hoy. Así que me rajo, carajo. No se droguen y usen siempre el cinturón de seguridad.

¡Hasta la próxima publicación!